Parece necesario prestar atención al efecto que está teniendo y va a seguir teniendo
sobre la sociedad la actual epidemia COVID-19. Es indudable que este virus está
causando una gran perturbación en los asuntos humanos. Debido a la falta de una
vacuna y otros medicamentos contra ella, la epidemia ocasionó la muerte de muchas
personas y obligó a las autoridades de todos los estados a promulgar normas drásticas
de aislamiento de la población, lo que significó la interrupción de muchos trabajos
productivos. En los meses transcurridos desde su aparición, este virus provocó la muerte
de muchos miles de personas en todo el mundo. En nuestro país los sectores más
afectados fueron los ancianos de las residencias y el personal que combate en primera
línea la epidemia: sanitarios, farmacéuticos, agentes de policía que controlan el
cumplimiento de la cuarentena…
Una pregunta que ya surgió casi desde el principio de la propagación del virus es la de
si se pudo haber evitado que el daño tuviese la magnitud que tuvo. En nuestro país, la
respuesta a esa pregunta se ha convertido en una batalla política como vamos a ver. El
gobierno que hubo de afrontar la situación es una coalición de izquierda, con gobiernos
de otras tendencias en algunas de las autonomías. El estatal presidido por Pedro
Sánchez se halla en una situación precaria e inestable por la escasa mayoría
parlamentaria de la que dispone, y ya desde el principio sufrió una oposición muy
agresiva de acoso y derribo por parte de las fuerzas políticas de la derecha y la
ultraderecha. En el marco de la actual Constitución no es la primera vez que gobierna el
Partido Socialista, pero en esta ocasión se da la novedad de que lo hace en coalición con
fuerzas más izquierdistas. Esto es anuncio y promesa de una política más socialista que
la tradicional de la socialdemocracia. Y además esto se da en un contexto de crisis del
sistema neoliberal, crisis que viene a ser agravada por lo que van a ser las consecuencias
de la pandemia que sufrimos.
Ya conocemos las características del sistema neoliberal dominante y sus frutos: se trata
del predominio absoluto de lo privado frente a lo público: la propiedad privada contra la
pública (en España se privatizaron grandes empresas y astilleros que eran públicos),
servicios privados contra los blicos (se privatizaron centros sanitarios, se promocionó
la enseñanza privada contra la pública y se vendieron viviendas sociales a fondos
buitre). Incluso se reforzó la justicia privada frente a la pública (se encarecieron las
costas judiciales para que puedan pleitear y reclamar sólo los que tienen dinero para
pagarse ese servicio). En el terreno laboral las consecuencias del capitalismo neoliberal
fueron más destructivas: se perdieron conquistas sociales de varias generaciones,
desapareció prácticamente el trabajo fijo y fue sustituido por contratos basura, trabajo
en precario, despido libre… Resultado de esa política es que se agrandaron las
diferencias económicas entre las clases sociales. Poco más de un centenar de potentados
en el mundo posee más poder económico que el resto de la humanidad. La miseria de
amplias masas de población en grandes áreas del planeta está ocasionando la emigración
descontrolada que conocemos.
La filosofía del neoliberalismo es que el que quiera sanidad y enseñanza que se las
pague. Estamos viendo que, por ejemplo en EE.UU., muchas personas no pueden
acceder a los servicios sanitarios para curarse del virus corona por no disponer de la
cantidad exorbitante de dinero que se exige para eso. Está claro que es ese sistema
neoliberal el que está demostrando su ineficacia para afrontar crisis como la pandemia
del virus que sufre el mundo. En España y en otros países se puso de manifiesto que la
destrucción de la sanidad pública, destrucción organizada y gestionada durante mucho
tiempo por los partidos del sistema, dejó a la sociedad en incapacidad de afrontar el
impacto de la expansión del virus. Vimos que en Madrid muchos ancianos de las
residencias que no tenían un seguro privado no pudieron ser admitidos en los hospitales
de la sanidad pública porque estaban saturadísimos; recibieron tratamiento hospitalario
privado lo los que se lo pudieron pagar, aunque el servicio en algunos de esos centros
privados era peor que el de los públicos. Esta situación es el desenlace lógico de la
política sanitaria de varias décadas de gobierno autonómico del PP en esa comunidad. Y
en las primeras semanas de la expansión del virus, escaseaban no sólo las plazas
hospitalarias (hubo que montar algún hospital de campaña) sino también incluso
mascarillas para el personal sanitario, que hubo que encargar al extranjero.
Si la intervención estatal se mostró indispensable para suplir las deficiencias del sector
privado, la cosa puede ser mucho más evidente cuando se deban afrontar las
consecuencias que las largas cuarentenas están teniendo sobre el sector productivo. Sin
la intervención pública, estatal, el sector privado será incapaz de reconstruir el tejido
productivo, y en todo caso lo que haga tendrá como finalidad el lucro privado, no el
provecho colectivo, social. Resumiendo, la salvación de las sociedades humanas pasa
ineludiblemente por los funerales del sistema neoliberal y la sustitución de éste por una
economía más justa y humana, lo más alejada posible del capitalismo.
Pues bien, es precisamente ante este tipo de perspectivas sombrías para el capitalismo
cuando se activan los movimientos fascistas. El fascismo es una reacción histérica
contra las fuerzas que promueven cambios sociales que amenazan el sistema capitalista.
No sólo en nuestro país, sino en otros muchos lugares en el mundo está teniendo lugar
la aparición y actividad de ese tipo de reacción. En EE.UU. el presidente Trump está
obrando según ese cliché de movilización de sectores sociales en los que se quiere
infundir miedo a los cambios sociales y agresividad contra las fuerzas que los
promueven.
Y esto explica lo que está ocurriendo en España en la polémica política sobre las
responsabilidades en la expansión del virus. Se construyó un discurso que atribuye al
gobierno de izquierda y a movilizaciones de tipo progresista, como el 8-M,
responsabilidad en la problemática de la epidemia. Partidos de izquierda y movimientos
progresistas como el feminista y el sindical son los objetivos a batir. Se atribuyen al
gobierno de coalición de izquierda todos los fallos y problemas que tuvieron lugar
durante la epidemia, pero atribuyendo los éxitos, que también hubo, a los gobiernos
autonómicos gestionados por los partidos de la derecha que están en sintonía con el
espíritu del liberalismo y capitalismo. Este discurso es impartido a la población
española por medio de una intensa campaña en la que abundan bulos, calumnias,
acusaciones infundadas, suposiciones engañosas, declaraciones insidiosas… cuya
finalidad es minar la credibilidad de los partidos y organizaciones de izquierda y del
gobierno, al que se pretende deslegitimar. La movilización de las caceroladas y las
manifestaciones automovilísticas de los señoritos del Barrio de Salamanca pretenden
dar la impresión de que la oposición domina la calle; es un intento de imitación de la
Marcha de Mussolini sobre Roma.
Para que esa campaña antiprogresista tenga éxito es preciso que la secunde una gran
cantidad de personas. La estrategia de los movimientos fascistas se orienta a la
captación del sector más desinformado de la población. Los partidos de la derecha, cuya
finalidad es la defensa de los intereses de los poderosos, no tendrían éxito si no
obtuviesen votos de los explotados, de los desheredados del sistema. Para conseguir que
una parte importante de la población vote en contra de sus intereses de clase es
necesario fomentar la ignorancia, lograr que los esclavos tengan alma de esclavos. Esto
se consigue con el control de los medios de formación e información. Se encuentran
muchas personas que aseguran que les asquea la política y los políticos. La existencia de
esa manera de pensar es un logro de la política educativa e informativa de quienes
controlan el aparato ideológico del sistema. Ese tipo de personas que aseguran que no
entienden de política, que no son ni de derechas ni de izquierdas, son presa fácil de la
propaganda fascista; es personal que se aviene a que le desposean de sus derechos de
ciudadanos, como ocurría con los ilotas de la antigua Esparta. Gracias a esa actitud ilota
de una gran parte de la población fueron posibles los éxitos de Mussolini y Hitler, y que
en España tuviésemos una dictadura de cuarenta años de duración.
La finalidad de este escrito es precisamente alertar contra esa actitud. La gente que en el
momento de elegir optó por Barrabás en contra de Jesús de Nazaret era una masa
desinformada, que votaba en contra de sus derechos e intereses; los dominadores de
aquel sistema, la casta sacerdotal del templo de Jerusalén, habían colonizado la mente
de aquel personal. La estrategia fascista ya se practicaba hace dos mil años, no fue un
invento de Mussolini. Hoy estamos asistiendo a su enésimo intento de embaucación de
la población desinformada. Que este escrito sea una advertencia contra esa estrategia;
saquemos las enseñanzas pertinentes de la historia y de la crisis que estamos sufriendo.
Foro de Cristianos GASPAR GARCÍA LAVIANA